septiembre 18, 2007

**entrada tres** ->Silencio

Este es uno de mi cuentos, y lo pongo porque cobra un significado especial en este tiempo de mi infección del oído. Sí... mi oído está infectado y mi felicidad está imposibilitada.


Silencio

Afuera estaba el coche estacionado. Y la calle... Los programas de la televisión me entretenían la vista, y nada más. En el monólogo de luces, el abanico era lo único que se atrevía a alzar la voz; pero como a las insensatas palabras de los locos, nada lo tomaba en cuenta.

Pero ¿qué en su discurso me era tan hermoso? ¿por qué ese zumbido parecía esconder alguna especie de espectro, de alma? Lo escondía, y yo podía sentir su presencia: el resplandor de un tesoro que, de pronto, comencé a buscar.

ooo

¡Hacía mucho calor! Ni el viento por la ventanilla lo mitigaba, pues ese viento es de polvo y grasa; por eso acalora en lugar de refrescar. ¡Y yo tenía mucho calor!...Eso sin mencionar al tráfico ni a la gente amontonada.

El día anterior tardé dos horas y media en una vuelta, cuando, por lo común, hago una hora con tres cuartos o, como máximo, dos horas. Pero esa vez no sabía qué pasaría, pues ya llevaba una hora y media y apenas comenzaba el recorrido de vuelta.

Esta ruta nunca me ha gustado. La primera vez que hice el recorrido llegué a mi casa enfermo del estómago y un dolor de cabeza que no me dejó dormir en toda la noche; pero luego eso se convirtió en cosa de siempre. No puedo hacer otra cosa más que aguantarme; además, estoy seguro de que el hombre es más poderoso que cualquier dolor.

¿Acaso alguno de los pasajeros sufriría también de migraña? Si es así, lo comprendo: tanto ruido y tanta vibración parecen dejarnos inconscientes a ratos, y el dolor es insoportable.

ooo

Apagué la televisión y el zumbido del abanico se quedó solo, desnudo: ya no podría esconder por mucho tiempo más aquellas voces. Estuve atento y algo me decía que estaba a punto de encontrarlas. ¡Pero me desesperaba sentir cómo se movían y se ocultaban en el zumbido!

Eso me enojó y apagué el abanico.

Nunca esperé encontrarme con tanto silencio...que se esparcía... ¿y qué llenaba? Tal vez era al aire. El mismo que respirábamos yo y las voces escondidas. O a lo mejor el silencio eran ellas mismas moviéndose de aquí a allá... No lo sé, pero de lo que estaba seguro era de que estaban allí, de que yo las encontraría y de que una grabadora bastaría.

La cinta empezó a grabar al silencio, y al pequeño ruido que hacía al correr. Por debajo de ellos debería estar el canto. Muy cerca ya lo sentía: una nota...y luego dos. Ya después tendría la oportunidad de encontrarlo entero en la grabación, pero en aquel encuentro directo, con los sentidos entorpecidos y tan poco acostumbrados a lo hermoso, sólo sería capaz de percibir trozos, divinos, pero al fin trozos. Y como sabía que en la primer oportunidad, el canto aprovecharía y se escondería mejor para que ya no pudiera grabarlo, procuré ser cuidadoso y no hacer ningún ruido.

Era como si un cazador acorralara a su presa en el último escondite que a ésta le queda. Él avanzaría despacio hacia aquel escondite con el rifle preparado. El sabor de a carne de aquel animal se le vendría a la memoria en cortos y duros golpes de emoción. La presa no podría moverse de su lugar, si quisiera vivir un poco más. Sus últimos segundos transcurrirían entre sudor y sonidos de pasos. Sólo eso. A menos que algo distrajera la atención del cazador, moriría.

ooo

¿Qué habría de cenar al llegar a casa? ¿mi mujer cansada y hambrienta, o mis hijos desobedientes y hambrientos también? Me dolía demasiado la cabeza como para pensar. ¡Y, después de todo, no tenía hambre...! ¡qué fastidio! Adquirí la costumbre de preguntarme qué cenaría al mismo tiempo que empecé a dejar de sentir hambre: ¡moriría de pronto sin saber que era hambre mi padecer!

Sólo recordar lo fastidioso de aquel instante me provoca náuseas: dolor de cabeza, calor, personas, ruido y aire sucio...Y todo eso para nada más comprar un trozo de carne que yo nunca habría de comer.

Ya iban dos horas y todavía no completaba el recorrido. ¿Y qué otra cosa podría espera si el tráfico parecía hacerme retroceder de tan lento que avanzaba? Los pasajeros ya eran demasiados.

Ya no soporté más, y me salí de la ruta. La gente empezó a protestar, pero ¿no estarían ellos en la misma condición que yo? ¿no agradecerían ellos mi acción? ¡No! ¡Ellos, los que aman al fastidio, son el ruido! Nunca me perdonarían algo de silencio; y si traerles un pedazo de divinidad es un insulto ¡entonces al diablo mismo es a quien están tan acostumbrados y a quién han dedicado su vida entera!

Me adentré en las calles y en las avenidas pequeñas. El timbre de parada no dejaba de sonar y yo ¿a dónde iba? ¿y por qué tan rápido? ¿y por qué no?

La velocidad no podía ser mayor cuando llegó el impacto. Los vidrios quebrándose y transformándose en brisa de cascada, fueron lo último que ví.

ooo

El canto escapó, pues el botón de la grabadora se botó cuando el casete se llenó, y en ese ruido fue donde huyó. Pero me era suficiente haber capturado algo de lo que fue, una especie de recuerdo que quedó en la grabación. Escuché la cinta ya no sé cuántas veces, hasta que conseguí percibir la línea, pura y hermosa, del canto.

¡Ese hilo de sonido era como seda deslizándose desde mis oídos hacia lugares que habían permanecido inexplorados dentro de mí! Se apoderó de mí el deseo de volver encontrarme con su ser real...

Sin poder resistirme salí a buscar al canto; me subí al carro , ya no para intentar atraparlo, como necio intenté: indigna mi condición, ya sólo aspiraba a escucharlo, pues ya había entrenado mis sentidos al escuchar una y otra vez en la grabación a su fantasma.

Las luces pasaban y se volvían rayos. Los árboles eran de color amarillo bajo ellas; y el camino, negro absoluto... ¡y nunca se acababa! A mi lado y detrás de mí se escuchaban los carros y la gente...los carros y la gente...Así que, para no olvidar el canto, puse la cinta.... pero ¡ay, qué ruido! ¿Alguien puede detenerse un momento? ¿alguien quiere escuchar conmigo...y ayudarme a buscar?

ooo

Desapareció el canto de la cinta y por un momento olvidé que él existía...por un momento...un momento en el que vi al mundo como si fuera un recién llegado. Todo era nuevo y era misterio, era sendero e infinito...

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